2.1 Atrapada

Cuando desperté tuve que hacer memoria para recordar todo lo que había pasado. No podía moverme, ni hablar, ni ver. El único sentido intacto que me quedaba era el tacto, que me permitía sentir el colchón mullido en el que estaba recostada, y la suave temperatura que rodeaba mi cuerpo.
Estuviera donde estuviera, y por muy apacible que pareciera el ambiente, sabía que solo era una fachada ante el horror de lo que se me venía encima.

Poco a poco conseguí ir abriendo los ojos y moviendo las extremidades, como si fuera saliendo de un profundo sueño que hubiera dejado mi cuerpo devastado. La oscuridad me rodeaba, el único punto de luz era una pequeña vela al lado de la estancia, sin embargo, debido al reducido tamaño de esta, me permitía ver lo que tenía a mi alrededor.
Estaba tendida en una cama de sábanas blanca y colcha de seda roja, a juego con la mesita de noche y la lámpara sin bombilla, anticuada y con borlitas doradas. Un pequeño espejo junto a la vela me devolvía una imagen demacrada y confusa. Ya no llevaba mi pijama rosa, si no lo que parecía una mezcla entre vestido largo y camisón, anudado en la espalda y con ribetes en mangas y cuello. Alguien me había peinado el cabello, dejándome pequeños tirabuzones bien definidos. El suelo y la pared, ambos de piedra, hacían que la estancia perdiera toda la felicidad que la insignificante vela habría sido capaz de darle.

Con cuidado, asegurándome de que todas las partes de mi cuerpo siguieran ilesas, me levanté poco a poco para acercarme a la pesada puerta de roble que se encontrada justo en frente de mí e intenté tirar del picaporte, que obviamente estaba cerrado. Echando un vistazo a mi inmensa barriga cogí impulso y endosé una patada que de nada sirvió, de una manera u otra se las habían arreglado para que la fuerza bruta no pudiera derribar aquella puerta.
-Tranquilízate, querida Nessie.
Una voz fría como el hielo resonó en las paredes huecas de la estancia, miré a un lado y a otro para descubrir de dónde procedía el sonido.
-¿¡Dónde estás!?
-En tu cabeza- su risa pétrea resonó en mis tímpanos- Por favor, tiéndete en la cama, en tu estado no deberías intentar derribar puertas.
Me mantuve en mi posición, agarrada a la pared y mirando al techo, a pesar de que sabía que la voz procedía de mi interior.
-¿Por qué me habéis hecho esto?
-Sabíamos que no vendrías con nosotros por las buenas- la voz hizo una pausa- Y realmente te necesitamos, tenemos planes muy importantes en los que tú eres indispensable.
Me toqué la frente, que empezaba a arder.
-No pienso hacer nada de lo que digáis- repliqué sin parar de mirar hacia arriba.
-Renesmee… ¿Es que tu familia no te ha enseñado cómo se debe tratar a los Vulturi? Hagamos una cosa, siéntate.
Sin poder evitarlo una extraña fuerza me empujó hacia la cama, donde quedé tendida. Aquello parecía más magia que poder.
-¡Sacadme de aquí!
-Por favor… no me gustaría tener que tomar medidas para relajarte, te sugiero que simplemente nos escuches mientras descansas ahí.
-Decidme dónde estoy- grité con fuerza.
-Sólo si lo pides amablemente, es asombroso como el vivir con un licántropo ha degradado tu educación.
Cerré los ojos y respiré profundamente, intentando ignorar el dolor de cabeza.
-Por favor…- gruñí- ¿Podrías decirme en qué lugar me encuentro?
-Mucho mejor- se mofó la voz- Estás en el hogar de la realeza, el hogar de los Vulturi.
¿Italia? ¿Cómo habían conseguido traerme inconsciente a Italia? Una vez la pregunta surgió en mi cabeza la respuesta me pareció de lo más obvia, si tenían poder para construir un lugar como ese, sin duda no irían en aviones convencionales y públicos.
-¿Y qué queréis de mí?
-Sólo un poco de ayuda- la voz fue apagándose en mi cabeza- Creo que tienes una visión muy alejada de la realidad a cerca de lo que nosotros hacemos…
En ese momento la puerta de roble se abrió, dando paso al miembro principal de los Vulturis, Aro, ataviado con una larga capa negra. Me erguí sin poder levantarme de la cama y le observé con mirada asesina, cómo odiaba a ese vampiro.
-Descuida- sonreí de manera forzada- Sé muy bien lo que sois.
Aro cruzó la pequeña estancia para sentarse a los pies de la cama.
-Nosotros solo intentamos ayudar a la especie, jamás hemos hecho algo que pueda dañar a un semejante.
-Eso es bastante discutible- comenté intentando zafarme de la fuerza invisible que me mantenía pegada a las sábanas.- ¿Qué le habéis hecho a mi cuerpo?
-No le hemos hecho absolutamente nada- Aró dio unas palmaditas en mi rodilla- Mi compañero Alexis está ejerciendo una pequeña presión mental sobre ti, pero físicamente estás perfecta.
-Mi madre sabe que ha ocurrido algo- una luz se encendió en mi mente- La llamé antes de que Nahuel me encontrara.
Aro soltó un suspiro que no supe descifrar antes de volver a levantarse.
-Por suerte esa cuestión la hemos solucionado, cometiste el pequeño error de dejar olvidado tu móvil en el rellano de la casa de Andrew.
-¿Y qué tiene eso que ver?
-Nos estamos fortaleciendo, Nessie- Aro se acercó a la salida e hizo una señal a alguien al otro lado.- No creo que recuerdes a Catrina, os conocisteis no hace mucho, cuando viniste debido a tus… problemas.
A través de la puerta apareció una enorme mujer, de cerca de dos metros de altura, parecía bastante entrada en kilos, pero eso no eliminaba la belleza vampírica que exudaba. Me miró fijamente sin mediar palabra.
-Catrina fue en vida una excelente soprano- cogió su mano y la invitó a acercarse a mi- Desde el momento en el que la conocí supe que tenía mucho que ofrecernos. Te lo explicaré bien.
Observé como Aro sacaba mi móvil del bolsillo de su capa y marcaba.
-¿Qué vas a hacer?
-Comprobar si Isabella está atenta al teléfono- le pasó el móvil a Catrina- Ahora vas a observar la curiosa habilidad de mi cantante.
-¿Mamá?- di un respingo al escuchar mi propia voz en los labios de Catrina- No te preocupes, estoy bien, creí que se había estropeado la lavadora, siento no haber cogido antes el teléfono… ¡No! No hace falta que vengáis, Andrew está cuidando de mí. Te quiero.
Aro dio una carcajada recuperando el móvil que su súbdita le ofrecía.
-¿A que es maravillosa?- rozó con los dedos la blanca piel de la mujer- Esta joya imita a la perfección cualquier voz que escuche, se que no es una habilidad muy apreciada en la lucha, pero en ocasiones como esta agradezco que existan voces tan prodigiosas como las de Catrina.
Hizo una señal a la mujer para que la mujer saliera. Cuando volvimos a quedarnos solos volvió a sentarse a mi lado.
-¿Podrías dejar que me moviera?- intenté hablar con tranquilidad.
-No creo que sea lo más inteligente, dado el carácter que has adquirido recientemente- me sonrió amistosamente- Sin duda tendrás un millón de preguntas y estoy dispuesto a contestarlas todas, me encanta resolver incógnitas.
Hablaba como si todo aquello fuera un juego para él.
-¿Cómo consiguió Andrew engañar a mi padre?
-No podía dejar que el pequeño Andrew actuase solo, por supuesto, no se puede confiar en los humanos, y de todas formas cabía la posibilidad de que Edward hiciera acto de aparición, así que decidí que Nahuel y él formasen grupo de trabajo.
Intenté asimilar toda la información que me iba dando, Aro prosiguió.
-Pero empecemos desde el principio- agitó la cabeza contrariado- Toda historia debe ser contada desde el comienzo. Conocemos a Andrew desde que era un retoño, a los diez años ya correteaba por los pasillos de nuestra casa, su hermana Gianna, nuestra antigua secretaria, lo traía cuando venía a trabajar. Por desgracia, como todo humana, Gianna se ha hecho demasiado mayor para servirnos tal y como quisiéramos. Las opciones eran reducidas para ella, no tiene ningún poder en potencia, y ya sabes lo selectivos que somos. Sin embargo, el pequeño Andrew… no sé si lo habrás conocido en profundidad, pero Andrew y Nahuel son muy parecidos, tienen una gran habilidad persuasiva- Aro hizo un inciso con el ceño fruncido- excepto cuando se pone nervioso, entonces no vale más que su pobre hermana. El caso es que Andrew, mucho más avispado que Gianna, vino a hablar con nosotros a cerca de las posibilidades de supervivencia de su querida pariente. Y el resto es historia.
-Por favor…- gruñí- Continúa.
-Como gustes- parecía encantado con la petición- Como habrás adivinado, hice un trato con Andrew, la vida inmortal de Gianna, por ganarse tu confianza y traerte con nosotros. Ese chico le profesa un gran amor a su hermana, los sentimientos de los humanos son su perdición… Aceptó sin miramiento alguno, y debo reconocer que hizo un gran trabajo, al contrario que Nahuel, apenas supo mantener a ralla la mente de Edward. Sin embargo, cómo no, en el momento de la verdad, cuando supo que estábamos cerca… te dejó escapar, hay que ser muy estúpido para contrariar una orden de los Vulturis ¿Verdad?
Tragué saliva con dificultad, no podía culpar a Andrew, cualquier persona en una situación parecida habría hecho lo mismo por un ser querido.
-¿Qué les ha pasado?- mi voz tembló- A Andrew, Nahuel y Gianna.
-Ninguno de tus amigos ha cumplido correctamente con su cometido, ambos se han declinado por las pasiones antes que por la cabeza, no esperarás que se le agradezca… La pobre Gianna ha fallecido, por causas desconocidas, ha sido una pena, seguramente os hubierais llevado bien.
La rabia tensó mis músculos e hicieron que deseara transformarme en lobo.
-¿Y ellos?
-Nahuel está recibiendo un castigo adecuado a su traición, no te preocupes, es demasiado valioso para perderlo… al igual que Andrew, no podía eliminarlo sin comprobar antes el alcance de sus poderes. Es un fantástico vampiro, muy temperamental, pero eso lo arreglaremos con el tiempo. Además ha sufrido una rápida transformación, responde bien a los acontecimientos.
En ese momento conseguí romper el campo de fuerza que rodeaba mi cuerpo. Salí disparada hacia Aro, que con un rápido movimiento esquivó mi cuerpo y me dejó caer al suelo, justo en la entrada.
-¡Traed al chico!- ordenó mientras me levantaba lentamente.

Había malgastado toda mi fuerza intentando eliminar aquello que me ataba a la cama y ahora apenas podía respirar, me arrodillé mirando hacia el exterior. El primer aviso de su llegada fueron las cadenas, al menos cinco ristras de pesadas cadenas se arrastraban a través del suelo de piedra. Poco a poco tres siluetas aparecieron al fondo, dos de ellas con densas capas negras, y la del medio… la del medio era más fantasma que vampiro. Andrew llevaba la misma ropa con la que le había visto la última vez que hablamos, estaba amarrado por las cuatro extremidades y su piel pétrea enmarcaba unos oscuros ojos rojos inyectados en sangre y unos dientes manchados de color escarlata.
-Andrew…- le llamé sin esperanzas.

Él no se movió, siguió mirando al horizonte, completamente deshumanizado.