4. Mudanza

Papá y mamá decidieron finalmente quedarse a pasar la noche en mi apartamento, más por la posibilidad de terminar de convencerme para que volviera que porque no pudieran separarse de mi.
Cuando llegamos al apartamento Andrew, como me había indicado, estaba esperándome en la entrada.
-Ey- le sonreí- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Pero por algún extraño motivo no contestó, estaba blanco mientras miraba a papá.
-Tengo que irme, he olvidado algo.
Me lanzó una última mirada que no supe interpretar y salió disparado hacia el coche que tenía aparcado a unos cuantos metros.
-¡Andrew!- no supe si debía seguirle.
Mi amigo no se dio la vuelta, todo lo contrario, corrió con más ímpetu hasta llegar al vehículo y arrancar el motor.

Mamá me cogió por los hombros detrás de mi, mirando en la misma dirección.
-Edward…
-No me preguntéis nada-entrecerró los ojos observando cómo se alejaba el coche- Tenía tal confusión mental que solo he podido escuchar unas cuantas palabras sueltas.
.-Puede que sienta que no somos personas normales- opinó mamá- Hay personas que huyen de nosotros sin saber por qué, empiezan a sentirse enfermas.
-Sí- concluyó papá- No creo que haya que darle más vueltas.
Pero era obvio que él seguía pensando en el tema.

Abrí la puerta aun confusa por el fugaz acontecimiento y estuvimos en el salón en poco más de medio segundo.
-Sentaos si queréis- les ofrecí mientras me dirigía a la cocina a por un vaso de agua.
-Preferimos estar de pie- Papá parecía estar registrando la estancia con la mirada, mientras que mamá abría las ventanas una por una mirando al exterior.
-¿Buscáis algo?
Abrí la nevera en busca de cualquier cosa que echarme a la boca, cada vez tenía más hambre, al final acabaría hecha una auténtica vaca.
-Nada en particular- papá decidió sentarse en una de las sillas altas de la cocina.- ¿Quieres que te prepare algo?
-Descuida, estoy acostumbrada a hacerlo yo.
-¿Es que Jake no te hace la comida?- mamá cogió asiento a su lado y miró cómo partía los huevos en el plato.
-Sí, pero pasa trabajando prácticamente todas las tardes, y no llega hasta bien entrada la noche, suelo hacer la cena para los dos.
-Sabes que no es necesario que trabajéis- mamá me quitó el plato y empezó a batir con más rapidez que una batidora eléctrica.
-Yo también puedo hacer eso- me quejé- Y sí, es necesario que trabajemos, no quiero depender siempre de vuestro dinero.
-Lo comprendería si fuera un trabajo donde ascender fuera una opción- encendió uno de los viejos fogones y puso a calentar la sartén con aceite- pero la única opción que tiene Jake es la de seguir haciendo eso día tras día.
-Debería estudiar- se unió papá- Tiene prácticamente la eternidad por delante y ni siquiera contempla la posibilidad.
Me aparté de los dos y abrí la nevera, hacía un calor terrible, y más con señor y señora perfección en la cocina.
-Ya sabéis cómo es Jacob, os costará tanto como a mí imaginarlo con un enorme libro entre las manos sentado durante más de una hora.
-Pero…
-Bella- papá la miró fijamente- dejemos el tema.
-Mirad, ahora mismo no necesito más de lo que tengo- intenté tranquilizarles- Ya me pagáis la universidad y parte del alquiler del piso.
-Y no nos cuesta ningún trabajo, absolutamente ninguno, Nessie- odiaba que mamá me mirase con aquellos ojos de preocupación.
-Los únicos momentos en los que no soy feliz son en los que dudáis de Jake y de mí.
No quise mirarles, odiaba tener estas conversaciones con mi familia, me sentía como un elefante en una chatarrería, sabía que mi vida no era lo que se decía perfecta, pero seguíamos adelante, con mucha ayuda, pero estaba segura de que las cosas irían cambiando poco a poco.
-Discúlpanos.
Sentí la presencia de papá justo detrás de mi.- Eres nuestra hija, y los padres nos pasamos de controladores sin darnos cuenta.
Me di la vuelta para sonreírle.
-No pasa nada.
-Y tú también eres perfecta- me dio un pequeño pellizco en la mejilla- aunque demasiado joven.
Finalmente cogí el bote de zumo volví a sentarme en la mesa, donde mamá ya había puesto la tortilla en el plato junto a un tenedor.
-Gracias.

Mientras comía mamá y papá me contaron historias sobre la familia. Alice y Jasper, se habían ido de vacaciones a Nueva York, aunque lo que parecía un viaje de placer era en realidad un acercamiento de mi tía al punto álgido de los pro-revelación con la esperanza de tener más visiones a cerca del tema.
Por su parte Rosalie y Emmet estaban por milésima vez de Luna de Miel, aunque curiosamente esta transcurría en Volterra.
Así que los únicos que permanecían en Forks eran los abuelos, que seguían intentando no desentonar en el pueblo a pesar de la ausencia de envejecimiento el médico más preciado del hospital.
-¿Y sabéis si Jake ha ido a la reserva?- pregunté cuando hube terminado de comer, tratando de no darle importancia al tema.
-No está allí, todos los lobos se han concentrado en los puntos de ataque de los vampiros, un pequeño grupo ha viajado hacia el este para otros asuntos
-Entonces no estáis seguros de lo que hace Jacob.
-Estoy segura de que pronto se pondrá en contacto contigo- mamá recogió mi plato y lo metió en el fregadero.
-Sí, supongo- miré de reojo mi móvil, que no había sonado ni una sola vez desde esa mañana- Para algo están los móviles…
-Será mejor que hagas tus maletas.- Papá se levantó de la silla y me ofreció apoyo para levantarme.
-Sabes que no es necesario- pero acepté su ayuda.
El bebé era increíblemente pesado, parecía ganar kilos por momentos, no tenía ni idea de cuanto le pesaba a una mujer embarazada normal una barriga, pero sin duda no era ni tres cuartas partes del peso que yo, con una fuerza sobrehumana, tenía que soportar.

Mientras ambos se quedaban arreglando la cocina yo me dirigí a hacer el equipaje. No estaba segura de cuántas cosas debía llevarme ¿Iba a tardar mucho en volver mi marido? Suponía que no querría perderse el nacimiento del bebé, pero quizás estuviera demasiado ocupado como para venir a verlo.
Al final decidí ser optimista y llevarme una pequeña maleta con ropa, el neceser y mis libros de la facultad, si la situación se complicaba siempre tendría la posibilidad de venir a por el resto de mis cosas, solo iba a mudarme a unos cuantos kilómetros.


Aquella noche dormí más temprano de lo habitual, me daba la impresión de que llevaba días sin Jake, cuando 24 horas antes había estado acostada a su lado. Papá y mamá se quedaron viendo películas antiguas en el salón. Seguramente ya habían visto todas las películas existentes, al menos papá, pero admiraba la atención que ponían a cada escena mientras se acurrucaban el uno junto al otro, como si sus pieles estuvieran unidas por naturaleza. Recordaba que de muy pequeña aquella era la imagen más tranquilizadora del mundo, el verlos juntos y relajados frente a una pantalla en blanco y negro.


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-¡Bienvenida!
Exclamó mi amigo cuando apoyé mi maleta junto al marco dorado de la puerta.
Aquél apartamento era enorme, de estilo modernista. Las cristaleras llegaban del suelo hasta el techo, y a través de ellas se alzaba la ciudad entera.
-Wow- me quedé con la boca abierta.
-¿Ya se han ido tus hermanos?
Noté que su voz temblaba al decir aquella frase.
-Si- le cedí la maleta- Me han traído hasta aquí en coche.
-Perfecto, sígueme, te acompañaré hasta tu habitación.
Ambos empezamos a andar por un largo pasillo.
-Dime, ¿Cuántos dormitorios de sobra tienes?
-En realidad solo uno.
Entramos en la habitación más cercana a la cocina. Era de un ligero tono rosado, con cortinas blancas y una cama de matrimonio roja en el centro. El armario era enorme. En realidad todo el dormitorio lo era.
-Es perfecto.
-Espero que tengas sitio suficiente para tus cosas.
-De sobra- me senté en la cama y di unos cuantos botes en ella para probarla- Tus padres no tendrán dinero ¿Verdad?- Bromeé.
-Te encuentras ante el último descendiente de la dinastía de los Tentazione. Puede que para ti no signifique nada, pero mi familia es muy conocida en su ciudad. Ningún abogado ha osado enfrentarse a los hombres de mi familia en un juicio sin quedar escarmentado.
-¿Y que hay de las mujeres?- le saqué la lengua.
Él pegó un salto y se echó a la cama a mi lado, poniendo los brazos detrás de la cabeza.
-Las mujeres de mi familia han sido buenas y amables amas de casa.- se rió.
Le pegué un pequeño codazo en las costillas.
-No seas machista.
-No lo soy, las cosas han sido así hasta hace poco, Nessie, y más en una familia como la mía. Ahora mi hermana mayor también trabaja, no es abogado, pero gana bastante.
-Claro- suspiré mirando al techo, que tenía pegadas pequeñas estrellas fluorescentes.- ¿Has preparado la habitación para mi?
-Sé que te gusta mirar las estrellas.- contestó en voz más baja.
-Me recuerdan a casa.
-¿Te arrepientes de no haberte ido con tus padres?
Lo pensé durante unos pocos segundos.
-No… -me levanté de la cama lentamente- Quiero hacer mi propia vida.
-Lo entiendo. Yo crucé todo un océano para conseguirlo.

Abrí la maleta y saqué mi bata de ducha. Me moría de ganas por un baño relajante de espuma.
-Si no te importa me gustaría…
-Claro- Andrew se levantó y volvió al pasillo- Sígueme.

El baño era todavía más espectacular que el resto de la casa, con suelo de mármol blanco y vidrieras de un azul eléctrico. La bañera era redonda y situada en el centro.
-Coge todo lo que quieras- ofreció Andrew antes de cerrar la puerta.
Dejé la bata encima de un taburete y me quité lentamente la ropa, a pesar de que los cambios en mi cuerpo eran solo visibles por aquel enorme vientre yo sentía hinchado absolutamente todo: los brazos, las manos, los pies…
Cuando entré en el agua tibia mi bebé dio una pequeña patada de agradecimiento. Cerré los ojos y dejé que la espuma me acariciara.
Ojalá Jacob estuviera conmigo en ese momento. Todavía no me había llamado. Temía que le hubiera pasado algo, o que se hubiera olvidado de mí…
Poco a poco la espuma fue desapareciendo y siendo sustituida por el agua de color blanquecino a causa de las sales y cremas, Me quedé un poco más, hasta que decidí que necesitaba alimentarme.

-¿Andrew?- Recorrí el pasillo con la bata atada mientras me secaba el pelo con una toalla, si no le encontraba pronto me moriría de hambre.
La luz de un pequeño cuarto a lado del salón estaba encendida, y unos susurros apagados, casi inaudibles se escuchaban a través de la puerta de cristal opaco.
Decidí enterarme de qué pasaba antes de entrar.
-Deberías haber estado más atento- Hablaba por teléfono y sin duda alguna estaba enfadado, los gritos luchaban por salir- No sabes lo que podría suponer para mi.
Me pegué más a la puerta por puro instinto, ya desde mi posición escuchaba bien.
-No, no será necesario…- escuché sus pasos alrededor de la habitación.- Está bien… te he dicho que no, ella me está esperando.